viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Forofos o caballeros?

En el siglo XIX Futbol y Rugby eran los mismo: un juego de pelota con unas reglas poco definidas.

En 1863 los practicantes de este deporte deciden dotarle de reglas y se dividen entre los partidarios de jugar a la mano y los que prefieren hacerlo con los pies. Entonces surgen dos deportes diferentes.

Algo parecido está ocurriendo ahora con las carreras en el medio natural. Cada vez hay más corredores que abandonan las pistas y el asfalto y se deciden a correr por caminos, montes y desiertos. Y el que lo prueba ya no quiere volver al aburrido asfalto.

En este punto los intereses económicos son evidentes y las federaciones luchan por arrimar el ascua a su sardina y capitalizar este fenómeno. Simplificando mucho, hasta ahora en España, las carreras cortas y con poco desnivel estaban amparadas por la Federación de Atletismo (RFEA) y las carreras de ultradistancia y con mayor desnivel (vamos, las que molan) eran competencia de la Federación de Montaña (FEDME).

Mientras que el correr por el monte fue un deporte minoritario el reparto fue pacífico pero últimamente estamos viendo movimientos de la Federación de Atletismo para entrar en el terreno de la Federación de Montaña.

En mi opinión estamos en un momento como el de la separación de futbol y el rugby. Si queremos que nuestro deporte mantenga unos valores parecidos a los de rugby deberíamos permanecer tutelados por la Federación de Montaña mientras que quienes tengan intereses económicos, no les preocupe la proliferación del dopping o antepongan el espectáculo al deporte preferirán convertirse en algo parecido al futbol y apostarán por la Federación de Atletismo.

Yo por mi parte, mientras mis piernas aguanten,  comtinuaré sin federarme y seguiré saliendo por el monte sin necesidad de tutelas de nadie aunque preferiría que las pocas carreras que hago dependieran de alguien que conozca el medio en el que me muevo.

sábado, 3 de octubre de 2015

CRÓNICA MADRID ULTRA TRAIL 2015




“El tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente muy fino.” 
HARUKI MURAKAMI



Esta carrera empezó el 15 de Enero cuando comprobé que no me había correspondido plaza para correr el Ultra Trail del Mont Blanc (UTMB). Esta carrera que transcurre por tres países durante 168 km y 10.000 metros de desnivel positivo es el sueño de todos los corredores de montaña pero solo pueden participar en ella 2.000 afortunados que tras haber conseguido sumar una serie de puntos en distintas carreras, son agraciados en un sorteo. 

Al comprobar que este año tampoco podría participar en ella respiré aliviado pues aún no estaba preparado para ella. Posiblemente me había inscrito dejándome llevar más por el deseo que por mi capacidad real y necesitaría probarme antes en una carrera de dos noches. Madrid Ultra Trail parecía la prueba adecuada para ello, se corre cerca de casa, en terreno conocido y tiene 2000 metros menos de desnivel. Este año todo mi entrenamiento iría destinado a prepararla y tenía ocho meses para ello.

Creo que nunca me he sentido  tan concentrado. Llevo un mes sin probar café y Lesmes me ha invitado a uno hace unos instantes. Estoy en el cajón de salida con otros 51 corredores y me siento muy tranquilo, cierro los ojos y trato de visualizar la carrera, sé que voy a pasar momentos muy malos y que los voy a superar. Aún así, rezo. Tal vez suene pretencioso pero estoy seguro de que voy a terminar la carrera. En este momento no entiendo las dudas, he dicho a todo el mundo que solo quiero aprender y coger experiencia para UTMB y que no pasa nada si no termino pero no es más que una pose, voy a terminar. Nota mental: tengo que recordar este sentimiento de seguridad para sacarlo cuando lleguen momentos complicados.


Oscar, Joaquín, Carlos y Lesmes en el corral de salida


Son las 18h y empieza la carrera. Salimos desde el Ayuntamiento de Cercedilla a un ritmo lento, los corredores van hablando unos con otros, posiblemente para matar los nervios. Yo no tengo muchas ganas de hablar, no quiero perder ese estado de concentración que he encontrado. Lesmes va a mi lado, él si tiene ganas de hablar. Está de un humor excelente y trato de ser amable pero solo respondo con monosílabos. Creo que le estoy aburriendo. Pronto incrementa su ritmo y me deja atrás. Detrás de mi va Carlos Llano quien pronto debería adelantarme. Con nosotros debe ir también Joaquín pero no sé si va delante o detrás.

Los cuatro somos amigos, de Torrelodones. Llevamos varios años corriendo juntos y nos entendemos a la perfección en la montaña. Carlos es el más joven pero el más experimentado. Ha recorrido medio mundo participando en carreras de larga distancia. Joaquín empezó a correr conmigo hace unos cuatro años y tiene un don natural para la carrera, parece que no se esfuerza, es una especie de Bahamontes que espera al resto  en las cimas tomándose un helado. Lesmes tiene parecido talento, es muy rápido y se enfrenta a esta carrera, sin haber descansado, tan solo una semana después de haber terminado los 100km. de la Madrid-Segovia.

En las primeras cuestas de Cercedilla se rompe el pelotón y se forman dos grupos. En los zigzags que suben hacia Fuenfría puedo observar unos 30 corredores delante de mí y 20 detrás. Me maravilla ver lo rápido que corren algunos cuando aún queda tanto.

Bajando de la primera cumbre, Pico del Águila, escucho las pisadas rápidas de un corredor. Es Joaquín con su forma característica de bajar. Me sorprendo al verlo detrás de mí pues él suele salir muy rápido.

Poco después me adelanta la corredora panameña, es muy ligera y lleva un ritmo muy bueno. A la postre sería la vencedora femenina.

En el km 11 , Fuenfría, me detengo en el primer avituallamiento, bebo y como algo y envío un mensaje para informar de mi situación. Voy en la posición 34. Me habría quedado más rato porque las voluntarias son simpatiquísimas, están vacilando a un corredor inglés con bromas sobre Belén Esteban, paellas y flamenco.

Empieza a anochecer y veo a dos corredores delante, me preocupa perderme por la noche y con ayuda será más fácil seguir las balizas. Se lo comento y están de acuerdo en trabajar en equipo. Hacemos parte de la senda Ortiz juntos, dejando Siete Picos a nuestra izquierda. Van más rápido que yo y me está costando seguir su ritmo, es un tramo complicado y una caída aquí puede acabar con la carrera. Al poco, tropiezo. Desde que soy padre he heredado de mi madre la capacidad para prever desagracias. Doy varias vueltas y me hago daño en glúteo y rodilla, decido ir más despacio y olvidarme de seguir el ritmo de nadie. Nunca se me ha dado bien seguir a la gente.

Antes de llegar al Telégrafo me adelanta el inglés, ya no vería más corredores  en muchas horas.
Pasado el Telégrafo dejo de ver balizas, desando el camino y veo que me he pasado de largo en un cruce.  Veo una luz y un fotógrafo me indica el camino bueno.

En el Puerto de Navacerrada está situado el segundo avituallamiento, los voluntarios me animan y lo agradezco. Vuelvo a informar de mi posición. Lo haré en cada punto de control. Familia y amigos van siguiendo la carrera por whatsapp.

El tramo entre Navacerrada y Cotos lo disfruto muchísimo. Me siento pleno, con una especie de borrachera lúcida. Apago el frontal cuando el camino lo permite y disfruto de la luna llena. Por mi cabeza solo pasan pensamientos positivos.

El avituallamiento de Cotos (km28) está situado en la estación de tren. Aquí ya se ve que la carrera empieza a afectar a algunos corredores, charlo con un corredor que se ha lesionado y me informan de varios abandonos.

Al salir de Cotos me cruzo con un corredor que tiene un andar cansino, le doy una voz de ánimo y me responde – Oscar, soy yo, Carlos –. No le he reconocido. Carlos se encuentra tocado, ha vomitado varias veces y tiene muy mala cara. Nunca le había visto así. Le acompaño al avituallamiento y allí dice que va a abandonar. Me pongo en plan padre y le digo que ni de coña, que no le dejo abandonar.

Afrontamos la subida a Peñalara juntos. Carlos, va subiendo bien, no lo hace tan rápido como habitualmente pero aún así adelantamos a un par de corredores.

En el alto de Peñalara nos encontramos con un corredor que no conoce la zona. Es Damián, un tinerfeño al que recomendamos que se una a nosotros para no cruzar solo por el complicado paso de Claveles. A partir de este momento formaríamos equipo con él.

Bajando el Risco de los Pájaros seguimos la luz de un corredor y eso nos hace perder el camino. Son los peores momentos de la carrera. Confusión. Yo creo estar seguro del camino a tomar pero no quiero imponer mi punto de vista, los demás deben estar igualmente convencidos del suyo. Damos unas pocas vueltas y perdemos más de media hora para encontrar el camino. Desde aquí hasta el avituallamiento del Reventón encontrar las balizas es complicado, llevamos la orientación adecuada pero muchas veces nos salimos del camino y tenemos que avanzar entre densas matas de piornales que nos destrozan las piernas.

Poco antes del Reventón me quedo sin luz y avanzo aprovechando la luz de mis compañeros.  He gastado varios juegos de pilas y solo me quedan unas dentro de la mochila. No me apetece buscarlas a oscuras.  Como vamos fuera de camino meto el pie en un barrizal y cuando lo saco ya no encuentro la zapatilla. Tiene que venir Carlos a ayudarme a buscarla.

En el avituallamiento del Reventón nos volvemos a encontrar con Damián que se había adelantado. Miramos el reloj y vamos un poco de justos para el corte de Rascafría.  Son las 4.30 h. Damián me deja su frontal de reserva para no perder tiempo.

En la bajada hasta Rascafría metemos un ritmo fuerte y dejamos a Carlos atrás. Paramos a esperarle pero no le vemos. Temo que haya decidido abandonar.

Llegamos a Rascafría a las 5.30, media hora antes del cierre de control. Al poco vemos que Carlos llega. Bebemos un par de reparadores caldos calientes y los de Torrelodones decidimos dormir unos minutos. Damián prefiere no hacerlo. A los diez minutos despierto y veo que Carlos sigue dormido. Me regalo un rato más. Otros diez minutos y veo que Carlos sigue durmiendo. No podemos esperar más, le despierto pero dice que se encuentra mal, que no se ha recuperado desde Cotos y que prefiere abandonar. No le contradigo, es demasiado para ser sólo una pájara.

Damián y yo salimos de Rascafría. Es buena compañía, habla lo necesario para mi gusto, tenemos la misma edad y llevamos un ritmo parecido. Además tiene más experiencia que yo en pruebas de cien millas, ha corrido Ehunmillak y UTMB. Estoy encantado de correr a su lado.

Al poco de salir de Rascafría, nos encontramos a un corredor durmiendo en el bosque, aun no ha amanecido y va en manga corta. Se va a quedar helado. Le despertamos y se une a nosotros.  Es Herminio, de Zaragoza. Hacemos juntos algunos kilómetros pero prefiere ir a un ritmo más lento.

Continúo con el canario hasta el control de Alameda del Valle (km 68) pero al poco de salir del pueblo va quedándose atrás. En un recodo de una subida dejo de verle. Me detengo unos minutos para descansar y darle tiempo a que me alcance pero no llega. Miro el whatsapp, más de 500 mensajes sin leer, leo algunos y me animo. Llamo a voces a mi compañero y contesta que va mal del estómago y se queda. Ya no coincidiremos, hemos corrido juntos durante más de 10 horas. Pasarán muchas horas sin volver a cruzarme con ningún corredor.

Hasta Lozoya todo es muy monótono, camino cuesta arriba y corro en los llanos. Sólo rompe esta rutina una familia de jabalíes con la que me cruzo en la bajada  hacia el valle de Lozoya.

Al cruzar el embalse  llego a un pueblo y veo a un corredor enfadado porque no localiza el avituallamiento, me dirijo al Ayuntamiento y yo tampoco lo encuentro, pregunto y nadie sabe. Llamo por teléfono a la organización y me confirman que está en el Ayuntamiento. Una mujer me escucha y me saca de mi error. No estoy en Lozoya sino en Pinilla del Valle. Veinte minutos perdidos. Aprovecho para llamar a Eva y me dice que me espera en Lozoya.

Desde Pinilla del Valle a Lozoya solo hay cinco kilómetros bastante llanos pero se me hacen eternos, hace calor y me encuentro cansado y con dolor de pies. Ya he tomado dos ibuprofenos en las últimas ocho horas y no quiero forzar. Intento correr pero no puedo, hago el tramo haciendo cincuenta pasos corriendo y cincuenta andando.

Llego a Lozoya antes que mi familia, son las 15h. del sábado. Pido a los voluntarios del avituallamiento una garrafa de agua para aliviar el dolor de pies. Quiero echármela yo solo porque me da vergüenza la suciedad que llevo encima. No me dejan, se desviven por ayudar.

Al poco llegan Eva y Sofía con Sonia y su hija Lucía. El agua fría me ha recuperado físicamente; su presencia, anímicamente.

Desde Lozoya a Garganta de los Montes me veo muy fuerte, puedo correr incluso en las cuestas arriba, se nota que la familia está cerca. Adelanto a Enrique, el corredor con el que me encontré en Pinilla del Valle.

En Garganta de los Montes me  están esperando nuevamente Eva, Sonia y las niñas. Allí está también Joaquín que ha decidido abandonar. Ha ido muy rápido pero no ha podido adaptarse a correr con zapatillas sin drop. No parece decepcionado. Ya solo quedamos dos de los amigos. Este tramo lo he hecho muy bien, 12 km en 1.20 horas.

Me siguen doliendo los pies, aquí tienen hielo así que meto los pies en un cubo de agua helada. Llega Herminio y decidimos continuar juntos. Enrique sale antes.

El camino hacia La Cabrera es bastante propicio para correr y en poco tiempo dejo atrás a Herminio y alcanzo a Enrique con quien llego al control de La Cabrera. Son las 20.30. Aquí me encuentro con Xavi, el chico con el que hice parte de la senda Ortiz. Me encuentro de un humor excelente y no paro de decir payasadas a los voluntarios que amablemente me ríen las gracias, me estoy calentando, mejor me voy ahora que aún parezco divertido.

Se vuelve a hacer de noche y encaro la subida al Pico de la Miel con Xavi, esta vez voy delante y me encuentro sobrado de fuerzas, en el camino nos unimos a Enrique que había salido del avituallamiento antes que nosotros. Mientras subimos al Pico de la Miel les cuento a mis compañeros que este verano tuve que huir de un mastín que estaba protegiendo a su rebaño cerca de aquí.

Bajando del Pico de la Miel me separo de la compañía y afronto la subida al Mondalindo solo. Su perfil es imponente, espero que no sea tan duro como aparenta. Al principio de la subida veo una fuente y meto los pies en ella. Enrique llega enseguida y hace lo mismo.

La subida al Mondalindo es durísima, lo más duro de la carrera, me niego a sacar los bastones y tengo que utilizar las manos para subir. Una vez arriba hay que crestear y hace bastante frío.

La bajada no me gusta nada, no hay un camino claro y hay que tener cuidado de no meter el pie en un mal sitio. Me recuerda a la bajada de Maliciosa del GTP que siempre se me atraganta. Afortunadamente las balizas se ven bien pero debo tener mucho cuidado de no perderlas porque si me despisto aquí lo voy a pasar mal.

De repente, mi frontal ilumina un montón de ojos que se dispersan, no sé si son vacas o cabras pero lo que si distingo inmediatamente es el mastín que se dirige hacia mí. Retrocedo lentamente para demostrarle que no quiero nada de su rebaño pero no se contenta, sigue haciéndome retroceder sin parar de ladrar. Podría alejarme corriendo pero necesito pasar delante de él porque no conozco el camino y las balizas se encuentran detrás de él. Llamo a la organización por teléfono para pedir ayuda y avisar de que vienen otros corredores detrás que se pueden encontrar con problemas. Según estoy hablando el mastín se arranca hacia mí, ya no vale retroceder despacio, tengo que correr todo lo rápido que pueda. Por suerte a pocos metros hay una valla que puedo cruzar por debajo, el perro se detiene al otro lado de la alambrada. Ahora son dos, el otro es un cachorro, Creo que me está utilizando para darle una lección al joven. En ese momento veo que un corredor baja tranquilamente ajeno a mis problemas. Le llamo y le digo que corra rápido y que me espere un poco más abajo mientras yo avanzo paralelo a la valla. Los mastines no me siguen y vuelvo a saltar la valla y a seguir el camino que me va marcando el otro corredor.

Bajamos juntos sin más incidentes hasta Bustarviejo. He perdido mucho tiempo, tenía previsto llegar aquí a medianoche. para dormir cuatro horas y son las 2.00 h. por lo que tendré que dormir menos. Veo a Lesmes y me siento animado, decidimos levantarnos a las cuatro y hacer el último tramo juntos. No ceno para no robarle tiempo al sueño.

A las 4.00 h. abro los ojos y veo que Lesmes ya está despierto. Nos preparamos rápidamente, un caldo, un café y una magdalena nos saben a gloria.



       En Bustarviejo preparando el saco para dormir
Salimos de Bustarviejo siendo aun noche cerrada, tenemos que subir Canencia y Morcuera, a veces hablamos y  otras callamos pero el silencio no es incómodo. La luna es espectacular, roja. Lesmes me explica por qué se ve roja, hago como que lo entiendo. Creo que si no fuera tan cansado tampoco lo entendería.






En Canencia encontramos a Xavi durmiendo en el avituallamiento. Con lo bien que habría descansado en una colchoneta en Bustarviejo.


Entre Canencia y Morcuera. Falta poco para el alba.


Hasta Morcuera voy con el estómago cerrado. Tengo hambre y ganas de vomitar. No me atrevo a comer nada. Cuando llego a Morcuera unos sorbos de Cocacola me asientan el estómago y un bocadillo de salchichón me calma el hambre. Son las 8.15h


Con Lesmes en el avituallamiento de La Morcuera

Empezamos la cuerda larga, Lesmes utiliza los bastones con mucha habilidad, sube a un ritmo endiablado adelantando a un grupo de senderistas frescos que acaban de iniciar su excursión. Yo subo con dificultad. En Najarra le pido a Lesmes que siga su ritmo porque yo no puedo ir tan rápido.

Pasando Bailanderos noto que las rodillas me  empiezan a doler y cada paso en esta zona tan técnica es un suplicio, debería sacar los bastones para apoyarme en ellos pero me he propuesto acabar sin utilizarlos. Ya que no voy a ganar me inventaré mentalmente la categoría de corredores sin bastones para tratar de motivarme.

Una vez cruzo Asómate de Hoyos me encuentro nuevamente con Lesmes, había aprovechado para echarse una siestecilla. Insisto en que siga solo porque mi ritmo es deprimente.

En la Loma de Pandasco veo a un tío haciéndome señales y pienso que es Lesmes pero no, es mi amigo Cuca. Qué grande es, se ha pegado un madrugón y se ha chupado casi toda la cuerda larga para ayudarnos en los últimos kilómetros. Me dice que con él viene Miguel Ángel, otro monstruo, que está acompañando a Lesmes.

Las carreras de montaña han dado un giro nuevo giro a mi vida, me han aportado mucho pero sobre todo la posibilidad de conocer a grandes personas como estos dos amigos y alguno más de cuya amistad me enorgullezco.

Subiendo al Cerro de Valdemartín


Cuca ha llegado caído del cielo. Me recompone el vendaje que me he hecho hace unos instantes en una rodilla y me venda la otra con uno de los manguitos que llevo en los brazos. Va delante de mí y me indica por donde transitar para pisar menos piedras.
Lo peor parece que ha pasado, cuesta arriba las rodillas tienen que soportar menos carga que cuesta abajo y hasta Bola del Mundo casi todo es subida.
Subiendo a Cabeza de Hierro encuentro renovadas fuerzas, llevo buen ritmo y las rodillas duelen bastante menos. Hasta Valdemartín voy muy bien, incluso adelanto momentáneamente a Enrique. Sin embargo bajando Valdemartín siento mucho dolor en las rodillas y solo puedo caminar. Parece mentira que vaya más rápido hacia arriba que hacia abajo.






En Bola del Mundo me encuentro con Lesmes que se había despistado y se iba hacia Maliciosa, será la costumbre pues es una ruta que hacemos con frecuencia.

Con Lesmes van su esposa Rocío y Miguel Ángel. Cuando nos encontramos, Miguel Ángel se queda  con Cuca y conmigo. Cuca lo dirige todo, saca fotos, anima, envía mensajes, llama por teléfono y organiza a todos nuestros amigos para que vengan a vernos a Navacerrada.

A pocos metros de Navacerrada veo a un grupo de niños corriendo hacia mí, son mi hija y sus amigos. Es lo que más me gusta de las carreras, llegar a la meta con los niños, aunque aún quedan 10 kms. Son las 15.40 y dispongo de 2.20 horas para hacerlos.

Eva con Miguel Ángel y Cuca en Mavacerrada

En el avituallamiento de Navacerrada no me puedo creer la cantidad de gente que nos está esperando, Eva, Sonia, Sagrario, Paloma, Ana, Rebeca, Rocío y todos sus hijos. Me emociono, se me quiebra la voz y se me escapan unas lágrimas. Además Carlos y Nacho nos esperan en Cercedilla




A partir de aquí conozco bien el tramo hasta Cercedilla, es el mismo que el del Maratón Alpino Madrileño, en circunstancias normales una hora bastaría pero a estas alturas tengo que pensar cada paso que doy, las rodillas apenas pueden doblarse. No tengo prisa y hay margen de sobra. Casi me hace ilusión llegar el último y puede que lo sea.

Este tramo lo hago acompañado de Miguel Ángel en cuya espalda tengo que apoyarme a veces cuando el camino se pone más abrupto.

A menos de 500 metros nos adelanta Herminio, me alegro sinceramente, he charlado en varias ocasiones con él y se le ve buena gente.


Por fin veo la meta, de repente han dejado de dolerme las rodillas y puedo correr, misterioso cuerpo humano. Cojo a mi hija y a sus amigos de la mano y oigo mi nombre al cruzar la meta. Alucino cuando el speaker empieza a hablar del coraje de los leoneses y de mi pueblo, Prioro, pues me siento muy orgulloso de mis orígenes. Enseguida veo a mis padres en meta y entiendo de donde ha sacado el locutor la información.

Siempre me siento raro en las celebraciones con fecha fija como cumpleaños y Navidad pero para mi hoy es todas esas fiestas a la vez. Me siento feliz y tengo razones para estarlo, no por la imposición de un calendario, sino porque quiero estarlo y porque me acompañan  mis padres, mi mujer, mi hija y mis amigos.

                                                                                                               Oscar Fernández
                                                                                                                           @osfernand
                                                                                                 27 de septiembre de 2015



Con Lesmes en meta
Entrando en meta